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Travel Joy Hostel, lo mejor para ‘mochileros’ en Londres

Sep 22, 2011

Si se mezcla un ambiente relajante y chill-out con una ubicación relativamente céntrica en Londres, además de precios económicos, destinados al usuario más joven; si a esto se le añaden habitaciones cómodas y muy limpias; un restaurante en el que la comida es, según muchas opiniones, muy buena; y, para terminar, se adereza todo con una atención esmerada por parte del staff, el resultado es éste: Travel Joy Hostel o, si se prefiere, The King William IV.

El establecimiento está situado en el número 111 de Grosvenor Road, junto al río. Entre Westmister y Chelsea y a una parada de metro de la estación de Victoria. Fue inaugurado en junio de 2009 por dos jóvenes irlandeses: John Hyland y Senan Sexton, que antes de patrones del hostel, habían sido viajeros ellos mismos, con lo que tenían muy claro el tipo de local que querían regentar: cómodo, alegre, bien comunicado, destinado a facilitar y hacer agradable la estancia en la capital inglesa al visitante.

A pesar de su trayectoria reciente, el edificio no era nuevo, sino que databa de 1852. De esos primeros días, queda el recuerdo en el pub de la planta baja, el King William IV, que le presta su nombre a todo el complejo. En él está situada la recepción y también en él es donde se sirven las comidas, cenas y desayuno –éste último, gratuito-.

Parte del secreto de que en tan poco tiempo, The King William IV se encuentre entre los ocho mejores hostels londinenses, según la calificación de la guía Hostelworld, es que, tal y como reza su página web “no tratamos a nuestros clientes como un número, aunque esperamos la llegada de gente nueva con diferentes ‘backgrounds’, experiencias e historias que hacen que nuestro local funcione”.

Servicios para el viajero

Así, el ‘mochilero’ que visite las instalaciones de Travel Joy Hostels, se encontrará con que el alojamiento cuenta con wi-fi en todas las habitaciones y estancias, además de ordenadores equipados con skype e Internet así como impresoras en la zona del bar. En este además, existe una ‘zona de fiesta’ con grandes pantallas de televisión y la celebración de conciertos y acontecimientos con música en vivo los sábados. En el exterior cuenta, de cara a los días soleados, con una terraza en la que, si el tiempo acompaña, se realizan barbacoas.

La seguridad de las habitaciones está garantizada en tanto en cuanto que no existen las llaves de acceso a las mismas, sino que tanto éstas como las entradas principales cuentan con un código que se cambia de forma periódica. Las toallas y la ropa de cama no faltan y las habitaciones de la planta primera añaden, además, una terraza con mesa y bancos y vistas al Támesis. Quién lo requiera, puede contar con un servicio de parking gratuito pero, eso sí, avisándolo con antelación.

El horario del restaurante es, de 6 de la mañana a 10 de la noche los días de diario; de 1 de la tarde a 10 de la noche, sábados y domingos. La carta se caracteriza por su cocina tailandesa, aunque en ella también pueden encontrarse platos típicos ingleses, como el clásico fish&chips, o hamburguesas. Es posible comer en él por un precio medio que oscila entre las 10 y las 15 libras.

Como nota curiosa hay que añadir que, cuando Hyland y Sexton se hicieron cargo del edificio, en junio de 2009, el local no poseía las características que tiene en la actualidad, ya que los dos propietarios se encontraron con que las ventanas del establecimiento, concretamente sus cristales, se encontraban teñidos con pintura negra, por lo que la luz del día no penetraba en el interior. Los cristales habían sido pintados durante la Segunda Guerra Mundial, para evitar los bombardeos desde los aviones durante la noche. Y la estrategia debió funcionar porque aunque el barrio fue prácticamente destruido por los bombardeos, el King William IV sobrevivió. “La apertura de las ventanas ha cambiado la forma del edificio, del espacio interior, únicamente gracias a la luz adicional”, manifestó en su día John Hyland, a lo que Sexton añadió “Nos llevó alrededor de dos semanas eliminar todos los restos de pintura, a mano, usando una espátula de metal”.

Más información: www.traveljoyhostels.com

Por VELT

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