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Vivir en La Tierra

Nos gustó el planeta y decidimos quedarnos

¿Qué pasa si lo compartimos?

Jul 19, 2019
Grupo Cosentino.

La economía colaborativa nos permite intercambiar, volver a usar y también ahorrar.

Silvia Resa López

Blablacar, Wallapop, Wimdu, Gamping, Compraralproductor, Bdtonline, Busuu, Babyeco, Manzanasusadas o Telodoygratis son ejemplos de plataformas en las que los usuarios comparten vehículo, venden enseres, acampan en jardín ajeno, compran directamente al agricultor, intercambian tiempo o simplemente donan artículos que ya no utilizan. Todas ellas y más forman parte de la economía colaborativa, de la que estamos más cerca de lo que en principio pudiéramos pensar.

Un informe de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) revela los aspectos fundamentales de la denominada economía colaborativa; bajo el lema “Piensa globalmente, actúa localmente” se basa en compartir, en el préstamo, el intercambio, la donación y la colaboración peer-to-peer (P2P) o de igual a igual.

“Nuestros recursos naturales están disminuyendo, mientras que la población mundial está en continuo crecimiento”, se dice en el informe de OCU; “el empleo estable es cosa del pasado, lo que supone que tengamos que afrontar mayores gastos para obtener las mismas prestaciones: es hora de aprender a consumir de manera diferente” La propuesta de la organización parte de un objetivo, como es “construir comunidades más conectadas y sostenibles y conciliar el ahorro y los valores sociales tanto a pequeña escala, como en el caso de los bancos de tiempo o los huertos urbanos, como a escala global, mediante redes de trueque o los viajes colaborativos”; “hay mucha abundancia en la proximidad y la tecnología ayudará a visibilizarla mediante plataformas para compartir con nuestros vecinos”.

Nos chifla comprar

El perfil sociológico nos define, desde la perspectiva de los expertos de OCU, como consumidores hedónicos: “en ocasiones el consumo se trata de un pasatiempo en sí mismo, de forma que ir de compras es la actividad favorita de mucha gente; ayuda a definir nuestra identidad y nos permite mostrar quiénes somos” No obstante, “estamos en una época de cambio, que va desde la cultura de posesión a la de acceso, pues la crisis económica ha traído consigo, además de una mayor conciencia de ahorro, una nueva conciencia social desde la ecología, el movimiento slow o la economía solidaria”.

La llamada economía colaborativa constituye un término paraguas bajo el que conviven diversos servicios, “ofrecidos a gran escala y desde plataformas digitales, con la idea de conectar mercados y con iniciativas destinadas a fortalecer las relaciones y crear comunidades en torno a un propósito social”. En este contexto, sobresale el concepto de “prosumidor”, donde se difuminan los roles clásicos de consumidores y productores: “el prosumidor participa en la economía produciendo, intercambiando o vendiendo productos y servicios”, se recoge en el informe de la Organización de Consumidores y Usuarios; “esto le permite, por un lado, mayores ahorros, un consumo sostenible y la creación de lazos comunitarios; por otro lado este nuevo rol le posibilita ganar dinero y sacar partido a sus propiedades y habilidades”.

Por dónde empezamos

Los datos indican que entre los consumidores europeos el 74% ha participado en iniciativas de consumo colaborativo en algún momento de su vida y el 69% está dispuesto a repetir la experiencia. Se trata de prosumidores de hasta 40 años que han colaborado en un banco de tiempo (el 3%), han hecho un intercambio de casa por vacaciones (el 1%) o han apoyado experiencias de mecenazgo (el 8%), según OCU. Otros datos hablan de que más de 190 millones de personas participan en acciones de economía colaborativa anualmente en el ámbito de la Unión Europea. Es por ello que, por ejemplo, plataformas como Airbnb representan el 4,7% del total de estancias hoteleras con fines turísticos.

“Lo primero es un cambio en la intención, en la forma de pensar; tener claro que, aunque nos cueste imaginarlo, las cosas en una compañía se pueden hacer de otra manera”, dice Antonio Urdiales, director de Medio Ambiente de Grupo Cosentino, compañía española que produce y distribuye superficies de alta gama destinadas a la arquitectura y el diseño; la multinacional ha presentado a primeros de julio la memoria de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) correspondiente al pasado ejercicio.

“La economía circular se refiere a aquélla que es regenerativa por diseño”, dice Nicola Cerantola, director de Ecologing, empresa dedicada a facilitar la transición empresarial hacia nuevos sistemas; “representa un nuevo paradigma económico, inspirado en la naturaleza, en el que desaparece el concepto de residuo para que todos los recursos se conviertan a su vez en nutrientes para otros ciclos, sean naturales o tecnológicos”; “este cierre del ciclo contrasta con la actual economía lineal la cual no ofrece respuestas válidas a los desafíos de la humanidad y su desarrollo futuro” Como experto en economía circular, Cerantola intervino en la presentación del grupo español: “construimos civilizaciones a costa de otras y hemos llegado al punto en el que incrementos en la oferta redirigen la demanda, aunque ello perjudique a la biodiversidad”

Frente a esto, la opción de “ser circulares”: “se diseñan productos incluyendo ya la estructura circular en su producción”, dice Cerantola; es el caso del material realizado a partir de una espora del cereal y cuyo acabado final le confiere las mismas propiedades de protección acústica que las del poliestileno expandido; o también un material para las costuras de las prendas que se deshilacha en un horno, para reaprovechar las piezas textiles; o un pegamento que permite pegar y repegar una y otra vez los paneles de mobiliario para espacios públicos, haciendo viable el rediseño de los mismos con menor coste. “Mediante la economía lineal hemos generado deseos insatisfechos”, dice Cerantola; “en cambio podríamos consumir el 80% menos si nos relacionáramos mediante la colaboración y la compartición”.

Grupo Cosentino es una de las compañías que han iniciado la transición hacia nuevos modelos de producción y de trabajo en este sentido; con marcas como Silestone, Dekton y Sensa, la compañía familiar se ha centrado en la innovación sostenible, con una inversión superior a los 25 millones de euros durante el pasado ejercicio, lo que representa un incremento del 11% con respecto a 2017 y para el mismo concepto.

“Existen nuevas formas de ser humanos mientras producimos y, después de un cambio en la forma de pensar, llega el turno de cambiar nuestra forma de actuar”, dice Santiago Alfonso, vicepresidente de Marketing y Comunicación de Grupo Cosentino.

La compañía española distribuye sus productos y marcas en más de 110 países desde su sede central en Almería, cuenta con implantación en cuarenta países y filiales o activos propios comerciales en el 75% de ellos. La multinacional dispone de ocho fábricas, de las cuales siete están ubicadas en Almería y una en Brasil; 1 centro logístico inteligente en España y más de 130 instalaciones comerciales y de distribución repartidas por todo el mundo, lo que provoca que más del 90% de su facturación (cercana a los 1.000 millones de euros) se genere de puertas para fuera, en los mercados internacionales.

Plataformas circulares

Un estudio de la Comisión Europea distingue entre varios tipos de plataformas colaborativas, según sea su modelo de negocio. Si se trata de alojamiento de anuncios, se caracteriza por adecuar la oferta a la demanda sin participar en la transacción, de modo que se publican anuncios e información de los participantes, favoreciendo el intercambio entre iguales. La presentación de opciones para la presentación de los anuncios es lo que les permite obtener ingresos.

Las de gestión activa de transacciones entre iguales, tal y como indica el término, adecúan oferta a demanda, para lo que se valen de herramientas avanzadas de fomento de la confianza. El beneficio lo obtienen de las comisiones por las transacciones o de las cuotas de suscripción. Las grandes plataformas utilizan el modelo de transacciones entre iguales reguladas; establecen una o más cláusulas del contrato de igual a igual y vigilan su cumplimiento. Gestionan pagos, resuelven litigios y conceden el reembolso, entre otras funciones.

En cualquier caso y dado que necesitamos referencias antes de montarnos en el coche de un desconocido, alquilar nuestra casa por intercambio o también de forma previa a compartir comida o tiempo o espacio con desconocidos, “la reputación es la nueva moneda de cambio” y dicha reputación se logra mediante las opiniones de prosumidores que hayan participado en tales experiencias. En el informe de OCU se recoge que “aproximadamente el 50% de las plataformas de consumo colaborativo permiten acceder a las evaluaciones de otros usuarios”; “se estima que para 2050 el 70% de la población vivirá en ciudades, lo que supondrá múltiples desafíos en el terreno de la energía, el uso de los recursos naturales y la calidad de vida, de ahí que las iniciativas sostenibles tengan mayor éxito en el medio urbano”.

Según OCU, en España hay más de cinco millones de prosumidores, el 50% ejercen como tales a partir de plataformas del tipo particulares que dan clases esporádicas, usuarios que alquilan su coche familiar, venta de apuntes universitarios, compartición de los gastos del viaje llevando a pasajeros o simplemente y tras realizar una limpieza en el trastero, mediante la venta de lo que acumulaban en éste.

¿Ya eres uno de los cinco millones de prosumidores?¿Qué pasa si lo compartimos?

Por VELT

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