Esta noche regresa a las pantallas de Fox la octava temporada de The Walking Dead, después del parón de mitad de temporada. Y sólo se puede decir una cosa: como sucede en Juego de Tronos, nadie es imprescindible (y esto va a contener SPOILERS, así que si no quieres saber, no sigas leyendo).
Esta noche le diremos adiós a Carl, el hijo de Rick Grimes, uno de los personajes de más peso en la serie. Y a todas luces será traumático; yo pienso llorar. Pero un Apocalipsis zombie es así. Pero lo que tenemos que aprender de esto es que no hay que cogerle cariño a nadie (¿acaso no nos quedó claro con la muerte de Glenn?) y que posiblemente a finales de la temporada podamos despedirnos también de Maggie (Leuren Cohan), que se encuentra en un momento de ‘tira y afloja’ con la productora por motivos salariales (quiere ganar lo mismo que Andrew Lyncoln/Rick y Norman Reedus/Daryl) y podría no renovar de cara a la novena temporada. Bueno, eso y que ha fichado por un nuevo proyecto.
Que no pasa nada, que ya ha sucedido con otros; pasó con Sonequa Martin-Green/Sasha. Fichó por Star Trek y abandonó la saga zombie. Y visto lo visto con Carl, la serie prescinde de quien sea menester. Pero, si se tiene en cuenta el descenso de la audiencia, que se ha dejado notar, así como la pérdida de carisma de algunos personajes como el propio Daryl Dixon al que los aficionados echamos mucho de menos; o Carol –ambos han visto mermados sus personajes-, ya veremos si hay una décima temporada. O si tiene sentido. Quizá The Walking Dead está ya tan zombie como aquellos con los que combaten los supervivientes de la serie.